Sobre lo políticamente incorrecto

Por Paula Ramone

No eres políticamente incorrecto: eres culturalmente sedentario. 

—Jorge Pinarello

A riesgo de sonar esencialista, hoy en día presenciamos una disputa cultural y artística que rompe fronteras, en la que están implicadas las disciplinas casi sin distinción; una discusión que compartimos, opinemos de ella o no, al estar involucrados en la dinámica de plataformas digitales o redes sociales; un debate que en muchos sentidos nos ha tomado por sorpresa, pues nos ha exigido la conformación de una reflexión sobre la marcha y con escaso tiempo para detenernos a pensar en lo que sucede. Me refiero a la pregunta por lo políticamente correcto.

Quizá hacer un esfuerzo por marcar un año específico donde surgió el asunto no resulte del todo productivo, aunque es evidente que han habido varios momentos en la última década cuya controversia es clave para entender el problema, muchos de ellos asociados con la producción cinematográfica: la decisión de firmar actores con características afrodescendientes para papeles —especialmente en el género de los live actions— cuyos protagonistas en la obra original tenían un perfil anglosajón; publicaciones o declaraciones en videos donde se menosprecia o se hace mofa a un sector de la población; o bien, esfuerzos de inclusión en general.

Estos son solo algunos factores que han avivado la llama del debate, donde la discusión se ha polarizado, entre un sector que recalca lo ofensivas que suelen ser este tipo de respuestas y reacciones, enfatizando que la historia de las representaciones visuales se ha construido a través de la dominación —muchas veces violenta— y esto debería cuestionarse, frente a un grupo «políticamente incorrecto» que, en defensa de una supuesta libertad creativa y de expresión, mira cualquier esfuerzo de diversificación de la representación humana en las artes como una cuestión irrelevante, que compromete la calidad de los productos culturales y que, como herramienta para defender su postura, cita otros momentos de la historia donde el humor cargado de contenido racista o misógino era algo cotidiano y nadie hacía alboroto alguno. 

Evidentemente, el asunto no es nuevo, aunque las atribuciones a lo que se considera políticamente correcto o no han cambiado a través de los años, pero ante todo, nos encontramos con una cuestión que no debería pasarse por largo: en los países democráticos, la cuestión política de las imágenes y el lenguaje que se utilizan para comunicarse debería tener por objetivo garantizar una comunicación equitativa, en donde no tuviera lugar la discriminación de ningún sector, por ninguna razón. 

La politización de las imágenes es algo en lo que los defensores de lo políticamente incorrecto parecen coincidir más con cualquier agrupación conservadora, donde su irreverencia y poca estima de las normas sociales refleja su propia fragilidad cuando se contrapone a algo que rompe con el canon. Durante el estreno de Star Wars: Los últimos jedi, no fueron pocos los comentarios que criticaron un mayor protagonismo de personajes femeninos contra masculinos, tachando a la productora de «progre», cuando, en el mismo universo de la trilogía original de la saga, Leia era prácticamente la única que pudimos ver en más de 6 horas de contenido. En este sentido, ¿no fue la nueva trilogía un esfuerzo políticamente incorrecto en sí mismo, contra su propia historia, protagonizada por personajes masculinos?

Desde luego que este no es un alegato a favor de Disney: es cierto que detrás de ello no hay un esfuerzo altruista y hay una necesidad de expandir el mercado, pero considero importante subrayar la inflexibilidad de los políticamente incorrectos ante cualquier cambio de paradigmas. Lejos de cualquier atisbo punk o contestatario, el partidario de lo políticamente incorrecto en la actualidad ve en la respuesta —diferente— del otro un ataque contra la norma, que muchas veces está sustentado en el menosprecio y la reafirmación de una estructura social en vertical. En el caso de la comedia  —especialmente el «humor negro»—, al defensor de lo políticamente incorrecto le preocupa que la comedia ya no le permita la libertad de ser racista, clasista o machista y salirse con la suya. No han sido pocos los youtubers, influencers, standuperos o público que utilizan la carta de «es solo comedia», como defensa. 

Si bien los anteriores son los ejemplos más claros de cómo se manifiesta esa resistencia a modificar conductas nocivas, vale la pena señalar que el debate sobre lo políticamente correcto también se lleva a cabo a un nivel más personal. Las relaciones sociales que mantenemos están atravesadas por muchas circunstancias, que no son exclusivas a nuestras historias individuales; no estamos apartados de la historia, de años de educación y consensos culturales. De una u otra forma, utilizamos esas estructuras para entablar comunicación, pero esto no quiere decir que estén exentas de escrutinio y modificación: la pregunta sobre si algo es políticamente correcto/incorrecto es solo una duda sobre si somos capaces de ver que la cultura —y por extensión, la forma en la que nos tratamos como miembros de una sociedad— está en constante cambio, como la existencia misma.  

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