Por Juan Pablo Ramos | UNAM
IG: elguaruradelucero
Cada una de las piezas del artista mexicano Daniloweens (1996) simboliza un conjuro, un anhelo o una promesa. Sus esculturas, dibujos, pinturas, bordados y fotografías cuentan fragmentos decisivos de su vida, episodios difíciles y momentos de crisis. Ante las fases de indecisión e incertidumbre que todxs enfrentamos, el artista apuesta por emparentar su práctica con saberes ocultos como la brujería, la hechicería y la santería.
Piezas como Huevo (2019) representan un renacer en la trama personal de su autor; en este caso, una extraña enfermedad que sufrió en los primeros años de su vida, y que lo tuvo al borde de la muerte. Fue hasta que apareció en el camino de su madre una bruja que sugirió realizar al niño una limpia con hierbas y un huevo, cuando por fin sanó. Un huevo se vuelve, en palabras del artista, “una figura constitutiva, una segunda oportunidad”.
La serie Hechizos pictóricos reutiliza material sobrante de “trabajos” de brujería: clavos, azufre, polvo y aceite destructor, tierra de panteones y sal negra. Para Daniloweens, la relación que un brujo entabla con sus materiales no resulta muy distinta a la del arte procesual y abstracto. Aunque él no realice directamente estos “trabajos” sobre una persona, reconoce que estos se dirigen a situaciones en los que se ha sentido agredido al padecer discriminación por su color de piel.
Nacido en Iztapalapa, algunas de sus pinturas evocan la nostalgia del escenario pos-urbano donde creció. Son metáforas de la desigualdad social, como sus tanques Rotoplás; de la contaminación, en sus cielos negros; de la cultura pop y el bullying por clasismo, como ocurre en su retrato de la estrella de YouTube Aimep3, famosa por hacer manualidades. Por su parte, la serie Acawave se basa en el paraíso de violencia que es hoy en día Acapulco. Un “edén oscuro”, en palabras del escritor Fabrizio Mejía Madrid.