Hijaedades subversivas

Me interesa hablar sobre el ser hija, proponer algún término para hacerlo, algo así como “la hijaedad”, aunque eso muy probablemente no tiene ningún sentido etimológico. Como todo suena mejor en plural: “las hijaedades”. Ser hijas de alguien es para cada quién una especie de moldura a través de la cual nos identificamos en y con el mundo. Ser hijas de alguien nos sujeta de mil maneras a la realidad, nos estira, nos adapta, nos limita y nos coloca. Nos señala las reglas del juego. Ser hijas de alguien nos inscribe en una narrativa, nos muestra un linaje, una historia, muchas historias.

Ser hija es ser la descendencia de una ascendencia, ¿por qué se trata de una línea que va de arriba para abajo? Ser hija es también cualquier otra cosa. Pareciera que a lo largo de la historia se ha buscado que las hijas rápidamente sean algo más. Las hijas juegan con bebés, con muñecas, aprenden a cuidar y no tanto a ser cuidadas. Las hijas son hijas de alguien, para pasar a ser esposas de alguien y madres de alguien. No es raro que en las pocas representaciones que existen de la Virgen María de niña o de joven se incluyan elementos que funcionan como advenimiento de su futuro como la madre de Dios. Pero María es también hija, así como su madre Ana es también hija.

A continuación, presento obras de arte que exploran la subjetividad de ser hija como un lugar que permite apertura y libertad, independientemente de la edad o del momento en el que una se encuentra en su vida. La hijaedad es reivindicada como el espacio para la vulnerabilidad y el constante aprendizaje, como la potencia de nuevas cosas. Desde esta dimensión (la condición de hija), las artistas sondean y se preguntan por temas como la identidad, el ser mujer, las posibilidades de relacionarse con otras mujeres, la emancipación, la no-maternidad, la maternidad, la búsqueda de desjerarquización en la familia, los cuidados de una y de los demás.

Aquellas líneas que parecían descender de un punto a otro de pronto dan giros inesperados, suben y bajan a su gusto. Dibujan espirales y escriben sus historias a través de nuevos lenguajes, sin renunciar a los códigos que les preceden, pero sí cuestionándolos. Esto pueden ser las hijaedades. Hijas e hijes somos todos.

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