Hablamos con Pierre Vals, director general de la 3a Bienal de Artes y Diseño UNAM y Paula Duarte, directora curatorial, sobre esta nueva edición del certamen: en qué es distinto a otros, qué enseñanzas nos dejan los proyectos participantes, cómo las artes y el diseño pueden aplazar el fin del mundo.
- Esta es la tercer edición de la Bienal, es decir, es aún una bienal joven. ¿Por qué a la Facultad de Arte y Diseño le interesó crear un certamen así?
Desde hace muchos años hubo bienales generadas desde la FAD, como la Bienal de Artes Visuales, sin embargo, tomamos la 1era Bienal de Artes y Diseño (donde se integra el diseño) como punto de partida. Así mismo, la 2da y 3ra Bienal, fuera de promulgar un arte autónomo, tuvo como objeto de contribuir a la conciliación de Arte y Diseño en un mismo espacio de tensión y diálogo, que devenga en una fuente común de conocimiento y aprendizaje, además de problematizar la función de ambos, practicados desde la universidad pública, a través de investigación interdisciplinaria y comprometida con los problemas del país.
2. Esta edición no estuvo concentrada en la Ciudad de México, no sólo porque participaron colectivas de toda Latinoamérica, sino también porque no hubo una exposición física en un recinto de la capital, a diferencia de ocasiones pasadas: ¿a qué respondió este nuevo formato? A mí el mundo del arte a veces me parece muy tradicional y que le da más peso a los eventos presenciales que a los virtuales, ¿les preocupó esto en algún momento?

Esto correspondió más a un tema circunstancial que premeditado. El que la FAD decidiera que la Bienal abarcara toda América Latina y el Caribe, tuvo que ver mucho con esta decisión.
Cuando me invitaron a dirigir curatorialmente la Bienal, estábamos en pleno inicio de la pandemia, había mucha incertidumbre y poca claridad sobre el tema de los presupuestos –no directamente en la Bienal, sino en general en el ámbito cultural–. Además estábamos atravesando protestas sociales muy importantes en Chile y Colombia. En particular, este momento crucial me llevó a reflexionar sobre diferentes puntos que fueron finalmente los que delinearon los ejes y formato.
El primero de ellos era, ¿qué era Latinoamérica? –más allá del término vacío y sin lugar geográfico, pero que designa una región como lo mencionaría Larsen–. Si algo nos hermana son las problemáticas propias de pueblos colonizados y la búsqueda de un “anhelado desarrollo occidental”. Ahí se cimentaron los ejes: “lo que nos atraviesa y nos hace similares, son las problemáticas”.
Durante ese periodo había empezado a trabajar con ciertos proyectos enfocados a evidenciar y/o solventar problemáticas en el territorio. Es así que determinamos que si bién habían problemáticas que nos atravesaban, también había quienes a través del arte estaban intentando contrarrestarlas o visibilizarlas; así decidimos que se trataran de colectivas que hubieran emprendido un trabajo horizontal desde la universidad y con las comunidades, procesos de acción a través de la mediación, el arte y/o el diseño.
En cuanto al espacio físico. Una vez conscientes de que el trabajo que íbamos a realizar era algo totalmente distinto a lo que alguna vez habíamos hecho, vinieron más preguntas: ¿para qué una bienal?, ¿estábamos repitiendo las mismas características de espectacularidad y centralismo?, ¿para qué eran convocadas colectivas de América Latina, si todo se iba centralizar en CU?, ¿los procesos incluso iban a negar ser vistos a las comunidades involucradas?. Es por ello y gracias a la comprensión de la Dirección de la Facultad de Arte y Diseño y a la confianza con el director Pierre Vals, que se permitió realizar una exposición virtual, que más allá de ser una exhibición, se consolidaría como una memoria colectiva, viva y en proceso de cada uno de los proyectos; que además condensaría el registro de cada una de las muestras expositivas realizadas en el territorio. Porque además de la plataforma en línea, cada una de las colectivas realizó una muestra física de los resultados, con el fin de convocar y dar cuenta a las comunidades involucradas, del trabajo en el que participaron y del que son co-autorxs.

3. Las bienales, como es posible ver la del museo Whitney o la de Venecia, se establecen como centros de poder, en el sentido de que lo que ahí se exhibe se lleva todos los reflectores o incluso se habla de que pueden catapultar las carreras de sus participantes. La Bienal de la UNAM no parece interesada en posicionarse de la misma manera. ¿Existe algún inconveniente para ustedes al no querer jugar bajo las reglas habituales del mundo del arte?, ¿les ha ocasionado alguna dificultad?
Según el historiador y crítico de arte Paul Ardenne, las bienales de artes contemporáneas florecieron de manera exponencial a partir de la década de los 90, dejando hoy por hoy decenas de ellas repartidas por todo el mundo. Entre escaparate mediático y un evento al servicio de las industrias culturales, las bienales han presumido ser un despliegue cultural capaz de conglomerar en su seno lo mejor del arte actual y devenir el portavoz del gusto estético contemporáneo. A contra corriente de los impulsos mercantiles de esos aconteceres mediáticos, existen nuevas propuestas llamadas “bienales periféricas” que pretenden, por medio de la producción de nuevas subjetividades, teorías y praxis participativas, transformar el contexto donde tienen lugar.
La 3ra Bienal de Artes y Diseño “Resistencias intangibles, ideas para pospone el fin del mundo” (FAD-UNAM) parte de unas premisas que queda lejos de las prerrogativas de las bienales estrella ¿Cómo problematizar la función del arte y el diseño practicados desde la universidad pública? ¿Qué valores puede y debe reivindicar la investigación académica ante la transformación política que vive la ciudad y el país? ¿Es posible hacer un mundo mejor desde las prácticas culturales y educativas?
4. Algo que noté de todos los proyectos seleccionados es que están muy lejos de apelar al espectáculo. No son una colorida instalación en el interior de un museo, no hay proyecciones multisensoriales, nada es neón o centelleante. En ocasiones, incluso me costó encontrar donde estaba el Arte en estas propuestas, no por carecer de valor, sino al contrario, por lo mucho que algunas se alejan de la noción tradicional, de objeto a exhibir, preferiblemente espectacular cuando se trata de un bienal.¿Han pensado sobre esto? ¿Será la noción Arte o Diseño suficiente para lo que realizan algunas de estas colectivas? Yo les llamaría, por tener que dar alguna nomenclatura, algo así como “producciones simbólicas restitutivas”. ¿Qué opinan?
Creo que es ahí donde queríamos lanzar la tirada. Hay algo que a mí particularmente me preocupa de la escena en México, la que se da en galerías y ferias; y es que muchas de las propuestas se escapan radicalmente del contexto. Estoy consciente que México tuvo un álgido periodo de expresiones políticas, sin embargo, ahora me causa curiosidad el porqué ante escenarios sociales tan complejos –¡y urgentes!–, no haya una respuesta artística más fuerte.
Muchas de las colectivas que participaron en la Bienal son ampliamente reconocidas en sus países, con trabajos concebidos desde el artivismo. Esta versión de la bienal da cuenta del poder de los procesos artísticos, de mediación y de diseño; que como mencionaba antes responden a una necesidad inminente en el territorio. Efectivamente escapan totalmente de la concepción tradicional de “arte y diseño”, pero no por ello, no lo son. Estos procesos se articulan bajo esos preceptos: mediación, arte y diseño, cómo herramienta no sólo de restitución, sino también de visibilización, denuncia y autorepresentación en espacios y lugares en los que ni siquiera han sido enunciados. Pienso en colectivas como Ruangrupa, Más arte más acción, o hasta los desaparecidos Semefo. Siempre han estado ahí, el problema es…porqué ahora nos parecen extraños o lejanos.

5. ¿Podrían darnos 3 ideas muy puntuales para posponer el fin del mundo que estén presentes en esta edición de la Bienal?
Cuando nos reunimos con Pierre Vals, Fernanda Barreto, Aisel Wicab, Guillermo Boehler, del área pedagógica, Catalina Bojacá, productora ejecutiva y Luis Ramírez asistente curatorial, acordamos tomar prestados con muchísimo respeto dos conceptos que nos ayudaron a articular la Bienal: “Caminar la palabra”, de la Minga en Colombia e “ideas para posponer el fin del mundo “ del pensador indígena brasileño Altor Krenak.
De ahí viene la posibilidad de posponer el mundo. Si bien, estas ideas coinciden con las de grandes pensadores contemporáneos: Donna Haraway, Achille Mbembe, Paul Preciado, etcétera, de quienes realmente los entendimos y aprendimos a aplicar, fue de cada una de las colectivas que participaron en la Bienal.
Sería absurdo decir que nosotros podríamos poner un freno de mano al fin del mundo; sin embargo, estamos compuestos de muchas vidas y muchos mundos y quizás alguno de ellos pueda darse un respiro.
- Autoreflexión y autocrítica, mediarse en el mundo con un porqué y un para qué, en cada una de nuestras acciones, no sólo las laborales, también las emocionales, afectivas, familiares, alimenticias, etcétera.
- Pensanse en colectividad. El individualismo es un mal de occidente, la competencia voraz por los recursos –de cualquier tipo– es una constante pugna con el otre. Nuestro Abya Ayala, es un todo y en ese todo convergemos, ahí somos, hacemos historia y conformamos memoria.
- Escucha profunda y sana insistencia, principios básicos de la tolerancia y la empatía. El comprender al otre es un ejercicio que nos corresponde, más no debemos exigirlo sino sabemos cómo aplicarlo. Reconocer que los conocimientos son con S, y no sólo corresponden a los académicos. Solo así se puede constituir el sujeto colectivo.