¿Actores externos? El impacto de las redes sociales al interior de los museos

¿Actores externos? El impacto de las redes sociales al interior de los museos

 

Quiero empezar con una afirmación provocadora: los museos solían tener el control del relato. Pero hoy, cualquier persona con un celular puede intervenirlo, reinterpretarlo o desautorizarlo en tiempo real. 

Y no lo digo por exagerar: los ejemplos están ahí. El escándalo que terminó con la retirada de Extracto para un fracasado proyecto, de Ana Gallardo, se desató en redes. Lo mismo pasó con las peticiones para cerrar el Museo Tamayo y despedir a su directora, después del performance Tragedy, de Nina Beier. Pero en México estamos lejos de ser pioneras en estos asuntos. En 2020, toda una red de museos de Estados Unidos e Inglaterra pospuso la exposición Phillip Guston Now por temor a que sus pinturas, donde aparecen personajes del Ku Klux Klan, fueran interpretadas como una reafirmación de este grupo. Ese mismo año, el museo MALBA de Argentina fue acusado de racismo por recrear el performance Dos Amerindios no Descubiertos en Buenos Aires. Nunca creí vivir para ver a Coco Fusco siendo acusada de racismo. Primero pensé que me iba a encontrar a Cuauhtémoc Medina en un concierto de Peso Pluma.

Riding around, 1969
Philip Guston
Una de las pinturas pertenecientes a la muestra  Philip Guston Now, mostrando personajes del Ku Klux Klan

Es el famoso fenómeno del colapso del contexto: cuando el museo ya no es el principal canal de distribución del arte, y la obra aparece mezclada en tu feed entre la noticia de un terremoto, una receta de cocina y un modelo en tanga promocionando protector solar.

Antes, cuando se hablaba del impacto de las redes en los museos, solemos pensar en las típicas obras “instagrameables”, en exposiciones diseñadas para tener alguna photo-opportunity.  Esto, aunque las más snobs no lo soportaban, era insignificante, subir fotos bonitas de una exposición que ayudaran a promocionarla, no hacía daño a nadie. Pero los casos que estamos viendo recientemente apuntan a algo más delicado. Lo complicado empieza cuando ciertas obras dejan de mostrarse, porque el miedo a la desaprobación de la audiencia puede dictar qué se puede exhibir y qué no. Noten que hablo de audiencia y no de redes sociales en abstracto; detrás de esas redes hay personas de carne y hueso que opinan, presionan, celebran o exigen acciones. En ese caso, ¿no deberían los museos también atenderlas, como se hace con cualquier público? Pero, ¿qué hacer cuando tu público te demanda incoherencias?

¿Saben qué hago yo cuando mi audiencia me pide algo incoherente? La ignoro. No es por arrogancia, pero quien aspire a pensar en público, no puede depender todo el tiempo de la aprobación de la gente.

Pero no todo es tragedia. Las redes también han abierto posibilidades inéditas para los museos. Han permitido establecer un contacto más directo —y a veces más horizontal— con su audiencia. No es raro ver que una persona le escriba por DM a un museo, pida información, comente una obra o incluso inicie una conversación crítica… y que reciba respuesta. Esa cercanía sería impensable en la lógica tradicional del cubo blanco.

Además, gracias a las redes, muchos museos están aprendiendo habilidades distintas, y esto no es poca cosa, porque saber cómo citar a Donna Haraway ante la menor provocación cualquiera parte del organigrama puede, pero que esa misma persona aparezca en un reel sin parecer que está de rehén, eso es otra cosa. Y más allá de lo técnico, hay otro tipo de saber que ahora resulta indispensable: el manejo de crisis. Hoy, una controversia puede desatarse en Twitter, escalar en TikTok y terminar en medios nacionales en cuestión de horas. ¿Quién contesta? ¿Con qué tono? ¿En qué plataforma? ¿Hay que borrar el post, hacer un comunicado o salir a dar la cara en vivo? No basta con que el museo tenga una cuenta activa en redes: hay que tener criterio editorial, reflejos institucionales y, a veces, hasta nervios de acero.

Ya no se trata solo de textos curatoriales largos y solemnes, sino de hilos, videos breves, memes, comentarios en tiempo real. Para hablar en términos de museos: estrictamente se trata de nuevas mediaciones, de cómo narrar sus exposiciones de formas más accesibles y fragmentarias. Esto puede abrir la puerta a formas más creativas, menos normativas y más permeables de hablar y entender el arte.

Jerry Saltz dando una visita mediada a una de las salas del Museo del Prado a través de la iniciativa educativa Meet the Prado

Ahora no son solo los museos quienes “visibilizan” una obra o una artista. Guardando toda proporción, podemos decir que esta función también la cumplen cuentas personales, medios independientes o plataformas como la mía. Desde luego, con distintos rangos de alcance, autoridad y sobre todo glamour.

Y ante todo este panorama me queda la duda: ¿pueden los museos usar sus redes sociales para algo más que publicar sus actividades y amplificar los contenidos que ya están en sus salas? Porque entrevistar a la curadora de la muestra en video, sigue siendo tan solo ampliar lo que ya está en salas. Lo pregunto sin ganas de tirar la piedra y esconder la mano. Sé bien lo que implica dirigir un proyecto y que todo mundo quiera que ruede tu cabeza al menor error. Tenemos que salir de la idea de que la única postura crítica posible es estar todo el día con el látigo en mano, señalando cada error o falla de los museos desde la comodidad de nuestra pantalla o nuestras cuenta anónimas.


¿No valdrá la pena repensar cómo las redes sociales pueden ayudarnos a abrir ventanas, sin miedo ni filtros excesivos? 

Ponencia impartida en el marco del XX Congreso Internacional de Arte "Museo Incómodo", organizado por la Universidad Iberoamericana, el 4 de junio de 2024.


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