Ayer se llevó a cabo la premiación de los Gorrita Azul. Es el tercer año consecutivo que se realizan. Las dos primeras veces fueron eventos pequeños, en el estudio del artista Mario García Torres.
En esta ocasión, el crecimiento fue notable: la sede fue el Museo Franz Mayer, las fotografías corrieron a cargo de revistas como Caras y Quién, un grupo musical amenizó la entrega, a todas las asistentes se nos obsequió una botella de mezcal y una tote bag –lo siento, MUBI, ahora hay una bolsa de hombro más codiciada– y la icónica gorrita azul que se otorgaba como reconocimiento a l*s ganador*s, se transformó en una obra de arte, un Pepe la Rana sin rostro usando una cachucha.
Contó con 3 presentador*s: la popular comentadora deportiva Marion Reimers, el subastador estrella Memo Martínez y Eduardo Donjuan, actor de teatro. El escenario estaba adornado ad-hoc, con alfombra azul y cortina de brillos.
Pese a que el nombre del premio es gracioso –porque el concurso en sí comenzó como una broma–, el ambiente que se percibía no era de risa o guasa. Todo lo contrario: era emotivo. Un nominado incluso lloró al recoger el premio. Nahum B. Zenil, uno de l*s artistas LGBT+ más destacados, recibió un reconocimiento a su trayectoria , otorgado directamente por el jurado, a diferencia de las otras categorías que sí están sujetas a votación del público. Lo mismo sucedió con Patricia Sloane, personaje destacado en la curaduría, gestión y galerismo en México, se le entregó un reconocimiento en honor a su labor de años. En su ameno discurso de agradecimiento expresó “qué bueno que me toca esto en vida”. B. Zenil también mencionó que el Gorrita Azul era un aliciente que lo motivaba a seguir trabajando.
Nahúm B. Zenil recibiendo un reconocimiento a su trayectoria artística
Al ser anunciados, los premios levantaron con justa razón muchas cejas: habían quien era jurado y nominad* al mismo tiempo, mostró poco conocimiento de qué está pasando en realidad en los espacios independientes, no se terminaba de entender qué tan en serio era el premio. Pero que figuras con la importancia para el arte en México como B. Zenil o Sloane se sientan honradas por recibir un GA, creo que nos hace verlo en otra luz.
El MARCO de Monterrey ganó Museo del Año y volaron desde esa ciudad para recoger el premio. L*s representantes que asistieron iban vestid*s de traje, dieron un discurso de agradecimiento que tenía toda la formalidad y lenguaje institucional de un museo. Ganadores como Chavis Mármol o José Eduardo Barajas dijeron algo mucho más sencillo. Un gran momento fue cuando Lagartijas Tiradas al Sol, grupo de teatro, fue el ganador de Artista del Año y nos recordaron que ellos en realidad son más parte de ese medio que del de las artes visuales. Al no tener una identidad definida aún, pues es la primera edición ya en forma, cada quien tomó los Gorrita Azul de forma diferente.
Lagartijas Al Sol recibiendo el premio al Artista del Año
Desde luego, términos como Museo del Año, Artista del Año, Exposición del Año, son para lxs más tradicionales como escuchar uñas sobre un pizarrón. Que haya revistas de sociales, fotos, alfombra azul y un coqueteo con las formas del mundo del espectáculo, se considera una afrenta a la solemnidad, postura críticacomabativa (así, todo pegado como si fuera una sola cosa) y demás entelequias que nos imaginamos que el arte debería ser. Creo que los premios muestran descarnadamente la parte del arte que siempre está ahí, todos los días, en cada preview, en cada brunch, en cada club, en cada evento que requiere una lista para poder entrar. El mundo del coctel VIP es parte del sistema del arte, incluso en las más prestigiosas instituciones. Con o sin premios Gorrita Azul esto ya existía. El arte no es puro pensamiento, crítica, discusión de ideas. La diferencia es que aquí afortunadamente nadie lo oculta.
El escenario antes de la premiación
El cliquismo y el glamour no me parecen algo inusual y digno de mayor atención en este caso. En lo que sí creo que amerita detenerse es el método para asignar ganador*s :¿o en realidad tampoco merece mayor atención al tratarse de un certamen de particulares hecho para cierto sector del arte y no algo público-gubernamental?. Un jurado compuesto por profesionales del arte destacados como Kit Hammonds o Tobías Ostrander, selecciona a l*s nominad*s y después es el público quien vota por ell*s. Que un grupo de expert*s seleccione artistas no tiene nada de extraño, así funcionan las becas. Lo inusitado es que el público pueda participar en la elección. Hay al menos dos formas de ver esto: cochina competencia capitalista o que al fin la audiencia puede ser parte de procesos del arte en los que jamás es tomada en cuenta, como en el de asignar un premio a un* artista. Aunque este año, Zona MACO abrió el premio Erartra y ya sabemos el fraude que resultó justamente porque l*s visitantes podían votar por l* ganador. Vale la pena examinar lo que vale la pena que continúe.
La banda que amenizó la entrega
Como última observación, creo que si el nombre de los Gorrita Azul no fuera juguetón y se apegara más a los estándares de solemnidad del mundo del arte, o incluso se presentara más como un reconocimiento o beca y no como un premio, ni siquiera estaría escribiendo este texto. Sería un certamen más de los muchos que ya hay y que no nos causa ningún problema que existan en realidad.
Para disipar cualquier sospecha sobre este artículo: no escribo esto como una media partner y la relación que guardo con los Gorrita Azul no es de ninguna índole comercial. En el arte a menudo se sospecha de quienes tenemos puestos bien definidos. Yo extendería las misma suspicacia hacia las opiniones de quienes no los tienen: una persona que hace crítica de arte que aún está buscando su lugar en este ecosistema y que tiene que destacar con sus juicios, seguramente se ensañará de más para que se note lo agudo de su pensamiento o sus convicciones políticas (en el arte hasta eso se capitaliza, si no en dinero, sí en reputación). Pensar es necesariamente matizar y ser justa también es una forma de ejercer el pensamiento crítico.