La gente del arte ama los tote bags: ¿Por qué es esto?

La gente del arte ama los tote bags: ¿Por qué es esto?

Por Carlos Didjazaá

El tote bag es una bolsa, normalmente de lona, de unos 40 centímetros de
largo por otros 35 de ancho; lleva dos correas más o menos largas, anchas, y
se usa colgándolo de un hombro.

Tiene un look casual, desenfadado, perfecto para quien no está demasiado preocupado por nada: ni por la formalidad, ni por los protocolos ni por su columna vertebral. Al tener un solo punto de gravedad, el tote bag concentra todo el peso de un lado, lo cual te deja el hombro adolorido si la llevas todo el día con un poco más de dos kilos de pertenencias, y te va a dejar la espalda chueca si la usas de esa manera por varios años.

La sugerencia que dan algunos kinesiólogos y fisioterapeutas es que, para contrarrestar algunos de sus efectos, uses una mochila con tirantes acolchados que reparta bien el peso por tu espalda. La sugerencia que te dará cualquier persona que te quiera es que no uses mochila, por el amor de Dios.

Básicamente, desde que el humano se ha vestido, ha usado bolsas de distintos materiales para llevar sus cosas, pero la invención del tote bag como tal se la atribuyen a la marca americana L.L. Bean; dicha bolsa era especial para cargar bloques de hielo desde el carro hasta el refri antes de que se popularizara el uso del congelador. “Tote” es un término coloquial usado para referirse al acto de cargar cosas pesadas; entonces, un tote bag es una “bolsa para cargar pesado”. Curioso, pues ahora es una bolsa para andar ligero.

A decir verdad, el tote bag es incómodo, impráctico, pésimo para la escuela, desluce en un contexto más formal y pocas experiencias son más inconvenientes que tener que llevar alguna botella de vidrio en él, por lo que tampoco es peda-friendly. No obstante, todo el mundo los usa. Es la bolsa para la persona que va ligera por la vida, pero con algunos objetos imprescindibles como el cargador de su teléfono, la funda de sus lentes, una cajetilla de cigarros, Riopan, un chapstick, algún libro de pasta blanda, una sudadera, un muñeco vudú, etcétera. Nada que haga mucho bulto porque si se llena demasiado se deforma y se ve raro.

 

 Versión modificada por Memes Literarios.

 

Según Oscar Wilde, “ser natural es la pose más difícil de mantener”, lo cual es
una buena descripción de la imagen pública de cualquier persona que se dedique al arte: naturalmente cool, relajado, abierto a todo, one with the flow, nunca intenso, difícil de impresionar: ante lo extraordinario mantiene la calma, ante lo mundano es indiferente; se mantiene imperturbable. Ninguna idea es demasiado loca. Ninguna imagen demasiado impactante. La vida sucede, y él es uno con ella. Total, ya todo lo vio en París hace dos años.

Recuerdo el infame estado de Facebook de una chica emocionada por haberse quedado en la Esmeralda que contaba cómo era llegar al salón en un día lluvioso, pisando charcos, vestida con su “ropa de artista”. Su emoción novata la volvió objeto de burlas, pero lo último que señalaba es curioso porque, aunque nunca describió cómo era la “ropa de artista”, todos sabemos a qué se refería.

Hace 10 años, cuando Chanel presentó su colección Primavera Verano 2014,
Karl Lagerfeld explicó que se había inspirado en los estudiantes de arte para
esa temporada. La propuesta era colorida, limpia, aburguesada, obvio (es
Chanel), pero particularmente resaltaba un tote bag pintado a mano, manchado de pintura, aparentemente sucio y descuidado, decorado con unas tiras de adornos hechos a mano. Te das una idea. Pero este estereotipo, ¿qué tan reciente es?

 

 

“No, eso no existía”, responde Ana Elena Mallet, curadora especializada en
diseño y arte contemporáneo, cuando le pregunto si a mediados de los 90, cuando ella empezaba su carrera, el tote bag era popular entre la gente del arte. “En los 90 usábamos backpacks o bolsa normal”, dice, “según yo, se empezaron a usar a inicios de los 2000 cuando empezó cierta consciencia por el cambio climático y los plásticos de primera generación; primero las vendían en los supermercados para las compras comunes, luego se dieron cuenta de que eran una importante herramienta de publicidad. Podías usarlo como un accesorio de marketing”.

Posiblemente, ese haya sido el caso en México; en Nueva York, uno de los primeros casos de una empresa usando tote bags para promoverse se remonta a los 80 con la librería Strand, poco sorpresivamente, una de las pocas librerías independientes, no-comerciales, que aún sobreviven, “una institución cultural”.

Ese es uno de los puntos que defienden por qué son tan populares entre la gente del arte y la cultura: el tote bag impreso te sirve para demostrar ante el mundo, sin hablar, que tienes buen gusto literario, que compras en determinada librería, o que tienes una cuenta en Mubi, o que vas a ciertos eventos y defiendes ciertas causas como el medio ambiente o los animales; que eres buen tipo pues, que “perteneces”, o whatever. Una manera simple, económica y que no involucra ninguna talla, de demostrar con tu ropa que te gustan esas cosas.

 

 

Según el periodista Iñaki Laguardia, el resurgimiento del tote bag hace unos 10 años, también se debió a que los skinny jeans se pusieron de moda y que en sus bolsillos no cabía nada más que el celular. En la columna donde defendía este punto cita a otra, de Kyle Chayka, que se llama “Por qué todos los hombres de verdad llevan tote bags”; en ella, Chayka arguye que no quiere que le llamen “bolsa de hombre”, o “murse” (men + purse), ni que le digan “gay”; que es una bolsa práctica y masculina y que las presuntas “connotaciones femeninas” que proyecta no tienen el menor sentido, pues las mujeres usan desde hace años mejores bolsos.

Es divertido, por lo absurdo, ver a un hombre tan desesperado por defender el uso de una simple bolsa de algodón, pero tampoco está de más recordar que esos eran los años del feminismo pop, en los que se propuso una nueva educación sentimental que abogaba por cuestiones como que los hombres también lloran, usan rosa, hablan de sus sentimientos y tienen permitido protegerse del cáncer con bloqueador solar. Ser hombre es mucho menos restrictivo ahora, a pesar de todo. Y el arte siempre ha sido, con algunas excepciones, un área más flexible y tolerante con los roles de género… al menos para nosotros.


Volviendo a las bolsas, en el contexto mexicano hasta hace poco a todo bolso
masculino, con excepción del portafolio, se le llamaba “vaspapu”, que significa: “vas pa’ puto”. No nos olvidemos tampoco del muy obvio y aún vigente “mariconera”, ahora conocida como “cangurera” o “fanny pack”. “Fanny”, por cierto, es un eufemismo en inglés americano para hablar del culo. En cierto modo, una “fanny pack” es una bolsa culera. Tote bag avanti.

Pero más allá de todas las cuestiones de género y progreso social, hay otra
razón importante por la cual los tote bags son tan populares: cuando no son
muy baratos, suelen ser gratis. “Cuando trabajaba en Libros UNAM, como
producto cultural derivado, es decir, como merchandising, mandamos a hacer
bolsas de lona que tenían logos, frases, etcétera, y tenían precios muy
accesibles, como 75 o 100 pesos. Se movían muy bien dentro de las librerías
de la UNAM y las ferias del libro”, comenta Omar Cruz García, director del
MUNAVI, quien ha dedicado una buena parte de su carrera a las relaciones
públicas dentro del ámbito del arte y la cultura, “también las obsequiábamos
con libros o catálogos a las invitadas o invitados de algunas actividades, y eso
es algo que siempre se apapacha. Es lindo. Sobre todo cuando la tela tiene
buena calidad”.

 

 

“Desde el lado de las relaciones públicas, ¿qué tan importante es regalarle cosas a la gente?”, le pregunto, “¿crees que esto tenga más peso en el arte que en otras áreas?”. “Depende los sectores”, responde Omar, “por allá de 2006, cuando trabajaba en Bellas Artes, tuvimos una exposición de Salvatore Ferragamo y se atendió a dos fuentes: a la prensa de cultura, que atendimos directamente desde el museo; y la prensa de moda, belleza y estilo de vida, que atendió la agencia de relaciones públicas que había contratado Ferragamo. A los de cultura les dábamos el press kit, el CD con imágenes y un folder. En cambio, los PR de la marca sí le daban a los de su fuente un kit especial con fragancia, cremita, etcétera; a ellos sí les interesa recibir ese tipo de cosas. En el mundo del arte hay una cosa de entender que se trabaja con pocos recursos, y que preferimos usarlos en hacer la exposición, o el libro, o la actividad, que en dar regalos”.

 

Concluyendo, la gente del arte ama los tote bags por las siguientes razones:
te permiten expresar alguna postura respecto al mundo de manera clara,
pero con estilo (al menos más estilo que una -muy obvia, muy adolescente-
playera gráfica); los roles de género se han relajado, permitiendo que los
hombres salgan a la calle usando bolsa sin mayor represalia (gran avance), lo
que lo vuelve unisex, so trendy; y son muy baratas (a veces), cuando no son
un regalo; un regalo justo, mesurado, considerado incluso, con tus colegas
que batallan un día sí y otro también con los presupuestos, los financiamientos, las inauguraciones y más importantemente, con la misma gente del arte.

 

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