Premio de difusión Trámite 007 Encanto

Premio de difusión Trámite 007 Encanto

 

Happy Slapping fue una curaduría de arte digital hecha por Malintzin Cortés para el tomo 007 de Trámite Buró de Coleccionistas. Por arte digital no se refiere solo a aquel sucede en la pantalla, sino aquel que surge de una reflexión sobre las tecnologías digitales. Por ejemplo, tenemos obras que son serigrafías -medio análogo y tradicional- pero los dibujos que muestran parten de los gráficos que utilizaban las primeras páginas  web. 

Presentó obras de Francisco Zúñiga, Mauricio Benítez, Michele Lorusso, Beto Olsi, Jessica Rodríguez y Álvaro Fernández.  Este último participó con las piezas Aurrerart y Who´s eating who? 

Mauricio Benitez, Sonido suave, 2022

Aurrerart consiste en una serie de capturas de pantalla de videos que trabajadorxs de dicha tienda han subido voluntariamente a sus cuentas de TikTok. Se les ve haciendo retos, jugando, divirtiéndose en medio de sus jornadas laborales. Who´s eating who? está compuesta también por pantallazos tomados de aplicaciones de transporte, vemos a los conductores de estas plataformas, las placas de sus vehículos, sus fotos y calificación de su servicio.  Son obras difíciles de deglutir y justo por eso llamaron mi atención.  Por problemáticas. Fernández es un artista problemático, es decir, que plantea problemas. No denuncia, enuncia. Lo cual, desde luego genera rechazo en un mundo del arte que espera que las producciones sean suaves, que no generen fricción.

Pareciera que se busca que el arte  sea una ilustración o reflejo casi literal de las convicciones correctas, que en su superficie podamos leer frases como “ El racismo es malo”*, “el machismo mata”* , que se condene lo que hay que condenar, lo más tajantemente posible. Eso no sucede en estas obras. En lugar de hablar de lo que el arte debería ser (debería ser más crítico, debería tener una perspectiva decolonial, debería  mostrar a los dueños de las plataformas no a los trabajadores, debería no existir),  hablaremos de lo que en realidad es.

Álvaro Fernández, Aurrerart, 2021

El screenshot es el medio de ambas piezas. Este garage se centra en obras que reflexionen sobre la imagen digital y eso hace Fernández. Como el artista Roc Hems lo ha dicho, el pantallazo es “la digitalización definitiva de lo fotográfico. Dónde no solo es digital la herramienta que utilizamos para capturar sino también el sujeto en el que nos centramos”.

Álvaro acumula capturas de pantalla, se dio cuenta que en su celular tiene varias imágenes de productos de Mercado Libre que le interesan pero no puede comprar. El screenshot como una forma de poseer o intentar poseer algo. No en vano llamamos “wish list” a la lista de objetos que deseamos sean nuestros. Hacemos pantallazo de imágenes que no podemos descargar pero que aún así queremos tener: no tenemos habilitada la función de guardar la foto de IG que subió alguien más, pero si le hacemos screenshot es posible adueñarnos de ella. Imágenes que deseamos que a su vez son lo más desechables, residuos digitales, basura.

Michele Loruso, Escombros de mi identidad, 2021

El pantallazo también es una forma de atrapar lo que es fugaz, impermanente: las historias que sabemos que desaparecerán en 24 horas, el meme que nos salió y probablemente no podamos volver a encontrar, las placas del vehículo de Didi que acabamos de abordar.

Fernández tiene una colección de capturas de pantalla justamente de esto. Algunas tomadas por él, otras por su novia (pregúntenle a cualquier chica por qué toma captura de pantalla de un Uber y por qué la envía a sus personas de confianza y aparecerá otra capa de significado en este proyecto). Como todas sabemos, las aplicaciones de transporte además del modelo y placas del carro, muestran la calificación del conductor y su foto. Se nos muestra un video donde estas son recopiladas y pasan una tras otra. Me desconcertó: ¿qué se supone que deberíamos ver ahí?

Beto Olsi, Memento mori, 2021

Inmediatamente salta la lectura paranoica porque es a la que más estamos habituadas, al menos desde la izquierda, creemos que nuestro deber es encontrar qué está mal o qué podría ser “problemático” y señalarlo para todas: “Está exhibiendo a estos trabajadores. Se está aprovechando de ellos”, pero, realmente ¿lo está haciendo?

Sí, utiliza imágenes sin su permiso explícito pero, ¿qué tipo de fotos son? En su mayoría son selfies, es decir, fotos donde el sujeto controla y decide cómo se ve. No robó imágenes íntimas de sus celulares, no son fotos que los hagan lucir mal. Son fotos que todos aceptaron subir a su perfil de conductor, identificarse ante al mundo con ellas. Sí, se muestran los datos del auto con el que trabajan y sus placas pero no se dan detalles de su dirección o información que los haga vulnerables.

Jessica Fernández, Afrontaciones => (F.) copings Narrativas de la memoria y la violencia del habitar, Video-collage — self-testimony, 2023

El artista piensa Internet como un espacio público más. Estas fotos están en ese lugar. Y son de un género pictórico con mucha tradición: el retrato. Estos selfies de Didi-Uber, ¿cómo conversan con ese tipo de pinturas e imágenes?

La obra tiene un valor de 800 tezos, aunque ni siquiera puede comprarse porque  el artista no la listó en TEIA. No hay realmente una intención de comercializar este trabajo. Y aún si lo hiciera, en pesos mexicanos 800 tezos serían menos de 9 mil pesos al momento de escribir este artículo. Es decir, no está obteniendo una fortuna de esto.  «Ninguna persona fue dañada en la realización de este video» = Ningún artista se enriqueció ilícitamente a costa de otrxs en la exhibición de esta pieza. 

Francisco Zúñiga, Megabyte, 2021

“Pero existe una gran desigualdad entre las asistentes de la feria y las personas mostradas en el video”, desde luego, así como cuando compras un elote en la calle hay una enorme disparidad entre tú y la vendedora o así como en tu escuela existe una brecha entre tú y la intendente. 

En esta foto aparece Álvaro Fernández hablando sobre su obra, como podemos ver, es tan solo un chico, un artista y estudiante. Me parece injusto y desproporcionado enjuiciarlo como si fuera un magnate, que origina y perpetúa la desigualdad. A veces parece que no analizamos los casos específicos de cada obra, sino que tenemos un guión ya armado de todo lo que a priori debemos condenar: si aparece una persona racializada en la obra ya está mal, si la hizo un hombre ya está equivocado, si la persona no ha vivido la máxima adversidad no tiene nada que decir del tema.

Álvaro Fernández hablándonos de su obra

Es común que en piezas de este estilo las artistas digan que están haciendo una crítica pero muchas veces creo que no eso no sucede. Solo congregan datos y presentan esa información al público pero no los direccionan de tal forma que se logre dicha crítica. Lo cual no creo que necesariamente sea algo negativo en una obra. Hay algo reconfortante en el arte que no necesita decirte qué tienes que pensar.

Francisco Zúñiga, KR@CKEr, 2023

Megabyte de Francisco Zúñiga es una pieza en ese tenor. El artista recopiló imágenes, tuits, memes, tendencias de Internet generadas por Raúl Robles, famoso hacker mexicano también conocido como Megabyte. En 2015 murió, fue asesinado frente a su casa en Jalisco y el mundo no se lamentó, al contrario, hizo crueles bromas sobre su partida. Fotos de su cadáver con unas burlonas alas de ángel circularon, ¿quién fue esta figura y por qué su fallecimiento no se percibió como una pérdida? fue la pregunta que hizo que Zúñiga se interesara en él.

En lugar de condenar lo obvio –desde luego sabemos que decir que los celulares con Android son para “personas cobre” es algo raciclasista y no debemos amplificar esas ideas–, el artista se enfoca en darle forma al mar de información generada por el hacker, clasificarla y volverla fanzine. Francisco no quiso hacer una denuncia, quiso hacer una publicación impresa y dejar que el público piense, analice, interprete, reaccione sin dirigirlo.  La obra es lo que es y no lo que debería.

 

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